Caminaba y cada paso era mayor que el anterior. Las huellas se hacían débiles y distantes. El camino parecía suave y aterciopelado o sus pies flotaban en el aire.
Estaba cobrando vuelo y la idea lo aterraba, pero no podía evitarlo, algo infinitamente más poderoso que su humano instinto lo elevaba y una fuerza magnética lo hipnotizaba.
Muchos cuerpos lo separaban del suelo y el mundo parecía una maqueta de cartón.
Pudo ver su casa, su barrio, su ciudad desde el cielo y nunca dejó de caminar..
Siguió elevándose hasta que sólo vio nubes bajo sus pies. "Debajo estaría mi ciudad" pensó, aunque ya nada veía.
Calculó la distancia y la fuerza de la caída, lo mortal del impacto, lo insólito de la muerte, lo bizarro de su pensamiento...
Quizo bajar y ya no pudo. Un abismo lo separaba de su hogar y otro abismo lo alejaba del cielo.
Se extremeció e imitó un grito que nadie oyó: "Las cosas que nadie ve ni oye, no existen" pensó.
Comenzó a dudar de su propia existencia y buscó en el dolor su evidencia... Seguía sufriendo apesar de que ya nadie lo sabía. Sentía, aunque el mundo ya no fuera testigo de ello.
Era una magnífica sensación pero con nadie podía compartirla. Quizo morir de tristeza, pero no podía evitar la excitación y la ansiedad de volar.
Estaba evidenciando un milagro ciertamente... su propio milagro, sin embargo, no comprendía cómo debía reaccionar: "Esto no es normal" pensaba, "debería sentir miedo o vergüenza?" se preguntaba.. "Esto es único" finalmente reconoció.. y ya no tuvo pensamientos.
Allí quedó en el abismo, sintiéndose feliz pero solitario, único y aterrado de serlo. Allí quedó, sin saber nunca si reír o llorar.